sábado, 18 de diciembre de 2010

La magia del Ballet


        Me apasiona la danza. Me hace sentir toda clase de emociones y me gusta en casi todas sus versiones. Sin embargo, los ballets clásicos con sus historias pasadas de moda, con sus afectados movimientos me llegan al corazón de una manera especial y absolutamente irracional. ¿Por qué?

        Dándole vueltas al tema, estoy llegando a entenderme mejor...

        Aprecio el movimiento por el movimiento. Me emociona particularmente que capture la esencia de la música y ambos se conviertan en un todo indisociable. De la misma manera que al rememorar una música no eliminas mentalmente un acorde o un instrumento, hay piezas en las que para mí el movimiento forma parte de la partitura.


         Disfruto también enormemente al descubrir nuevas posibilidades en la danza. Hace poco, sin ir más lejos, me sorprendió una coreografía de Jiri Kilian. Aluciné con su juego de equilibrio/desequilibrio, realmente un lenguaje propio. Igualmente emocionante era el virtuosismo de los bailarines que hacían que todo lo que Kilian pudiera imaginar fuese real, como si fuesen arcilla en las manos de un dios creador.

      Esto me lleva de nuevo a la pregunta que me hacía en primer lugar. Creo que es precisamente la simbología de los ballets clásicos: la luz que vence a las tinieblas, la compasión salvadora de un amor verdadero, el heroismo... en definitiva: el bien que vence al mal, lo que produce en mí ese efecto mágico del que hablaba. Para una atea como yo, a veces no hay consuelo frente a las sinsentidos y las injusticias de la vida. Cuando me siento a disfrutar de un ballet como "El Lago de los Cisnes" sé que todo estará en su sitio, que el amor triunfará sobre el mal, aunque sea en otra vida, y eso me reconforta. Es como si fuera a MI templo. Esas historias por sí mismas no me consuelan. Al leerlas o verlas representadas por actores son filtradas por mi mente racional y escéptica y no me producen más que ternura, que no es poco. Sin embargo, la impresionante belleza de la danza y esa apasionada música desactivan mi mente analítica y me llevan a la catarsis.





A veces se nos olvida que sabemos lo que sabemos

        No sé por qué cuando el mundo se viene abajo (y tampoco sé por qué el mundo se empeña en venirse abajo de cuando en cuando) se me olvidan los tres o cuatro sencillos pasos necesarios para ponerlo de nuevo en pie. De tal manera que lo que podía ser sólo una piedra en el camino se convierte en un agotador volver a empezar, en una odisea, en una catástrofe casi absoluta.

        De repente una mañana un rayito de sol te ilumina la cara, sonríes, te levantas y vuelves a vivir con la extraña sensación de que habías dejado de caminar sólo porque se te había olvidado cómo hacerlo.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Una nueva etapa

       Pensaba que ya sabía quién era. Me equivoqué. Como tantas otras veces. Como tantas veces que me equivocaré.

       Allá vamos: un nuevo comienzo.

       Seguimos en construcción, rogamos disculpen las molestias.