Me apasiona la danza. Me hace sentir toda clase de emociones y me gusta en casi todas sus versiones. Sin embargo, los ballets clásicos con sus historias pasadas de moda, con sus afectados movimientos me llegan al corazón de una manera especial y absolutamente irracional. ¿Por qué?
Dándole vueltas al tema, estoy llegando a entenderme mejor...
Aprecio el movimiento por el movimiento. Me emociona particularmente que capture la esencia de la música y ambos se conviertan en un todo indisociable. De la misma manera que al rememorar una música no eliminas mentalmente un acorde o un instrumento, hay piezas en las que para mí el movimiento forma parte de la partitura.
Disfruto también enormemente al descubrir nuevas posibilidades en la danza. Hace poco, sin ir más lejos, me sorprendió una coreografía de Jiri Kilian. Aluciné con su juego de equilibrio/desequilibrio, realmente un lenguaje propio. Igualmente emocionante era el virtuosismo de los bailarines que hacían que todo lo que Kilian pudiera imaginar fuese real, como si fuesen arcilla en las manos de un dios creador.